Academia de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales


Cierre del acto de ingreso en la Academia como Académico Numerario del Excmo. Sr. D. Francisco González Lodeiro realizado por el Excmo. Sr. Presidente de la Academia



Excmo. Sr Consejero de Economía y Conocimiento,
Excma. Sra. Rectora Magnífica,
Ilmo. Sr. Presidente de la Sección de Naturales,
Ilmo. Sr. Secretario General,
Excmo. Sr. Presidente de Honor de la Academia,
Excmo. Sr. Teniente General Jefe del MADOC,
Excmo. Sr. Primer teniente de Alcalde,
Excmos. e Ilmos. Sras. y Sres. Académicos,
Autoridades y representantes de Instituciones,
Familiares y amigos del nuevo Académico,
Señoras y Señores.

Celebramos hoy en nuestra Academia un nuevo acto de recepción de académico numerario, es pues para todos nosotros un día de júbilo al enriquecerse nuestra Institución con la incorporación a la misma de un nuevo miembro que vendrá, sin lugar a dudas, a potenciar su nómina y, con ello, a aumentar sus posibilidades de proyección social y de cumplimiento de los objetivos fundamentales que le son inherentes.

Cualquier acto de esta naturaleza presenta pues connotaciones de esperanza hacia el futuro por la potencialidad que entraña.

No soy partidario, lo he dicho muchas veces, de entrar en esta intervención institucional a valorar el currículo del nuevo académico ni tampoco a enjuiciar su discurso de investidura, pues entiendo que aquella tarea ya la hizo en su día el pleno de la Academia cuando lo aceptó, y esta la acaba de hacer de forma magistral el padrino del neófito en su discurso de contestación.

No obstante, permítanme la licencia, dada la ocasión y las circunstancias, de manifestarles mi grado de satisfacción por la incorporación de una persona para mí entrañable, así como de agradecimiento por la presencia amable en este acto de personalidades como las que nos acompañan hoy y a las que quiero manifestar mi gratitud y la de nuestra Academia por el esfuerzo que, seguro, han tenido que hacer para concurrir a este acto solemne. Sin duda su relación, sea del tipo que fuere, y su afecto por el nuevo académico han tenido mucho que ver en ello.

Te agradezco pues, querido Consejero de Economía y Conocimiento, tu presencia aquí con el compromiso que la misma implica hacia nuestra querida Institución y con ella la oportunidad que nos brindas de poder dirigirnos directamente a ti para plantearte, aunque sea de forma colateral, nuestros problemas y necesidades, nuestros proyectos, nuestras ilusiones, nuestros objetivos y, cómo no, nuestros temores; pero no te inquietes demasiado pues, aunque amenazo con aprovechar la oportunidad, te prometo ser discreto y, desde luego, agradecido.

Y tú, querida Rectora Magnífica, querida Pilar, contemplo cómo, una vez más, has hecho gala de tu talante, de tu compromiso con estas Instituciones del y para el Conocimiento, estando aquí para arropar y dar entidad a esta ceremonia, a esta Academia y, por supuesto, a tu antecesor en el rectorado y amigo, ya que has aceptado, gustosa lo sé, la presidencia de este acto con el cual ambos, Academia y Académico quedarán identificados.

Y algo parecido puedo decir en relación con el resto de las autoridades y personalidades aquí presentes, pero no quisiera extenderme demasiado en esta intervención.

Como les decía, hoy es para mí, y para todos los integrantes de nuestra querida Academia, un día especial dentro de lo gratificante que resulta cualquier acto de investidura y ello por varias razones.

En primer lugar, por la fuerte admiración que profeso tanto hacia el padrino como hacia el nuevo académico.

Por un lado, Juan Antonio Vera Torres, académico fundador de nuestra Institución, granadino de raíz, maestro de maestros, tenaz investigador, trabajador incansable, universitario donde los haya en definitiva, fue profesor mío en aquella preciosa asignatura de Geología General integrada en aquel magnífico Curso Selectivo que tantas veces hemos echado de menos con posteridad, al menos yo, en los sucesivos planes de estudio en los que nos hemos visto involucrados. Siempre recordaré sus clases ordenadas, magistralmente elaboradas y perfectamente estructuradas, que te hacían sentir atracción hacia la asignatura y ver como fáciles conceptos no exentos de dificultad; pero, y sobre todo, siempre me atrajo su talante, su trato afable, su espíritu de colaboración y su entrega profesional.

Hoy, querido Juan Antonio, has hecho un magnífico servicio a nuestra Academia, la laudatio de nuestro aspirante ha venido a ser un exponente más de esa capacidad de síntesis que te caracteriza, de penetración en contenidos específicos así como del conocimiento y dominio a los que me refería antes. Gracias, Juan Antonio, por tu ayuda constante y por tus continuas muestras de afecto.

En lo que concierne a nuestro flamante académico, créanme si les digo que me va a resultar difícil plasmar en las pocas palabras que exige una intervención como esta lo que siento hacia él, máxime teniendo en cuenta que aquí, en la valoración del hombre, sí deseo entrar aunque sea someramente.

Mi conexión con el Dr. González Lodeiro arranca hace muchos años cuando ambos éramos representantes de aquel comprometido colectivo denominado de PNNs, aunque también es cierto que los colegas de aquellas épocas nos ubicaban en "bandos algo distintos". Una época preciosa llena de futuro pero también preñada de problemas de todas las índoles aunque fundamentalmente de tipo social y en cuya resolución final mucho tuvo que decir y hacer nuestro personaje.

Desde entonces la conexión ha sido siempre constante y fluida. A lo largo de todo ese tiempo he podido ir descubriendo, día a día, su talante y su carácter y he podido entender cómo detrás de una primera impresión, aparentemente tosca, se esconde una actitud entrañable y una personalidad adornada de multitud de cualidades admirables.

Entre ellas resaltan su cercanía y espíritu abierto, consecuencia de las cuales se ha producido el que, desde el más profundo de los respetos, él se haya convertido para todo el mundo que lo ha tratado en simplemente Paco, o Lodeiro si quieren, por antonomasia.

Consustancial con ese talante abierto es también característica suya el respeto hacia los demás, hacia cualquier interlocutor independientemente de cuáles sean sus ideas, sus creencias e, incluso, sus actuaciones; respeto crítico, por supuesto, pero respeto, cosa que, como saben, no es muy frecuente hoy en día. Yo he visto soportar a Paco afrentas de personajes impresentables, ausentes de razón, de formas, de respeto y de procedimiento sin alterarse, al menos externamente, y enfocándolas desde la perspectiva de comprender y de hacer comprender, tal vez haciendo suya la máxima de Napoleón cuando decía que "El perdón nos hace superiores a los que nos injurian".

Su capacidad de diálogo es alta, muy alta, y su conocimiento, tanto de la materia que le compete como del entorno en el que se desenvuelve, es decir el globo terráqueo, así como su historia, fuertemente profunda. Debido a ello, suscita con frecuencia la "envidia" de los interlocutores que, siendo oriundos por ejemplo de nuestra provincia, ven como un foráneo, madrileño de origen, conoce nuestro entorno, sus gentes, sus costumbres, su historia y, por supuesto su universidad, de forma mucho más profunda que muchos de los lugareños.

Como les decía, yo conozco a Paco Lodeiro desde hace mucho tiempo e incluso he estado en alguna ocasión en "otro barco" por razones que yo solo conozco, aunque él pareciera que las hubiera intuido pues, aun en esas circunstancias, me dio muestras de una inteligencia y de una capacidad de comprensión fuera de lo común; tal vez a raíz de aquella ocasión se inició mi admiración hacia su persona.

De hecho, mi conexión con nuestro ya compañero de academia se acentuó sobremanera a raíz de mi incorporación al cargo de Defensor Universitario siendo él Rector Magnífico de nuestra Universidad, pues durante un periodo de más de seis años de conexión continua pude consolidar mis percepciones previas e ir transformando, poco a poco, una relación inicial de simple compañerismo y profesionalidad en una amistad entrañable bañada por un respeto mutuo y una capacidad de comprensión por su parte que siempre le agradeceré.

No creo que se haya dado, ni se dé, un caso de empatía tal entre dos funciones, en principio susceptibles de desencuentro, en la historia de la universidad y no por ausencia de discrepancias, que vaya si las hubo, sino más bien por un espíritu de colaboración y de meta común muy arraigados.

Durante estos años yo viví junto a Paco momentos muy difíciles como fue, por ejemplo y por desgracia, aquella escabrosa (por dejarlo en eso) apertura de curso en la que fue objeto de vejación institucional y personal por parte de colectivos y posturas incoherentes (también por dejarlo ahí). En aquella ocasión volvió una vez más a demostrar al colectivo universitario su capacidad para asumir la adversidad y los planteamientos injustos de los que no tienen otra baza que la violencia o la desfachatez y ello sin plantearse siquiera la posibilidad de llegar a reacciones de represalia ante tales ataques que hubieran sido, cuando menos, lícitas; y es que, según lo veo yo, Paco hace suya muy frecuentemente la máxima de Shakespeare cuando decía que "El hereje no es el que arde en la hoguera sino el que la enciende".

Siempre he admirado en él su capacidad para asumir en solitario las decisiones difíciles, consultando posiblemente sin que se detectara mucho el propósito, eso sí, pero sin involucrar a nadie más que a él mismo en el desenlace de las situaciones. Tras la siempre reflexión aislada y profunda, me consta, y posiblemente sumido en su melanomanía, ha venido asumiendo, como decía, su responsabilidad anteponiendo lo que creía más razonable para su universidad a las debilidades humanas que seguramente le estarían presionando; Paco en este sentido ha resultado aristotélico en su comportamiento, pues "como buen sabio no dice todo lo que piensa pero si piensa todo lo que dice y hace".

Paco es un hombre de compromiso, compromiso social y profesional que se proyecta allá donde realice las funciones que le conciernan; en concreto compromiso hacia su Departamento, su Facultad y su Universidad; yo espero que a partir de ahora también lo sea hacia su Academia, algo de lo que estoy convencido. De hecho se puede afirmar que el currículo que le adorna es una consecuencia, no de un objetivo prioritario que él se hubiera marcado como tal, sino de ese compromiso hacia su entorno, pues su objetivo primordial fue siempre, no lo dudo, el hacer Universidad.

Estamos hablando también de un humanista profundo, prueba de ello es el discurso que nos ha regalado en el día de hoy, y un trabajador incansable con una inteligencia y una memoria excepcionales que le permiten almacenar en su cabeza la información más variopinta sobre todo aquello en lo que se ve implicado o que, sencillamente, le atrae, posiblemente por ello se le pueda considerar como un embajador de excepción en todos los ambientes por los que ha pasado y que sea difícil visitar cualquier parte del mundo en la que no sea conocido; consecuencia de ello, posee una vastísima cultura universitaria nacional e internacional con la que puede, y lo hace, enjuiciar las políticas académicas propias y ajenas haciendo suya la máxima de saber para prever, prever para prevenir.

Aparentemente tosco, como les decía, se le detecta pronto una sensibilidad exquisita y una ternura entrañable que le hacen capaz de detectar "las razones del otro" por extrañas que puedan parecer. Amigo de sus amigos, por supuesto, pero anteponiendo siempre la verdad y la justicia a la debilidad.

Fueron casi siete años enriquecedores preñados de complicidad bien entendida durante los que pude aprender, y mucho, de nuestro personaje. Siempre recordaré aquellos amaneceres que compartíamos juntos en el Patio de los Mármoles comentando, después de tomar café, los problemas que nos ocupaban.

He sido, en definitiva, testigo de los esfuerzos que se hicieron para que, en tiempos muy desfavorables y sumidos en la incomprensión de nuestros responsables políticos así como, a veces, de algunos de nuestros propios compañeros, nuestra querida Universidad pudiera salir adelante con solvencia, salvaguardando más allá de lo posible los intereses de los más débiles.

Ante todo ello, y teniendo en cuenta que la situación sigue siendo complicada, espero que comprenda ahora este auditorio mi alegría por la incorporación a nuestra Academia de semejante compañero, pues vendrá a suponer, no lo duden, una ayuda excepcional para resolver los problemas y las dificultades que nos afectan. Yo, por lo pronto y para cumplir mi amenaza inicial, ya tengo pensado encargarle una primera tarea como académico y es la de convencer a nuestro, aquí presente, consejero, de la conveniencia, o mejor necesidad, de que nos ingrese al menos la subvención específica de 2015 pues estamos nada más que regular o peor que regular.

Dejando a un lado el humor, pero insistiendo en esa necesidad de colaboración, todos los que conocemos a Paco y estamos aquí, es decir todos los que aquí estamos, esperamos como agua de mayo su colaboración para ayudarnos en la consecución de las metas que nos hemos marcado en esta Academia, metas que se engloban en el propósito común de llevar hacia arriba esta nuestra noble institución consiguiendo que su proyección hacia la sociedad sea más efectiva y penetrante. Estamos empeñados en que no se nos vea siempre lo mismo, pretendemos que la sociedad y sus autoridades nos observen con nuevos ojos sorprendiéndose de nuestra potencialidad y sintiendo la necesidad de demandarnos como servirla mejor.

Pero, ¿qué se debe esperar de las Academias? Se ha escrito mucho a lo largo de la historia sobre la función de estas Instituciones y no es menos cierto que las mismas han desempeñado un papel importante, e incluso decisivo según las épocas, en la elaboración y difusión del conocimiento, y lo cierto es que las opiniones siempre confluyen en definirlas como foros de discusión científica cuyo principal objetivo es elaborar y difundir el conocimiento teniendo en todo caso una proyección social, en definitiva aprender, que engloba estudiar, discutir e investigar y enseñar, que abarca divulgar, pues para mí divulgar es enseñar sin barreras.

Al respecto oí hace algún tiempo una charla a Jesús Nebreda en la que ponía en boca del gran maestro Kant, en relación con el conocimiento, la sentencia que establece "Intuiciones sin conceptos son ciegas; conceptos sin intuiciones son vacíos", sentencia, que según él, conduce a que docencia sin investigación es ceguera y a que para ser un buen maestro, no solo un profesor, es necesaria la investigación y, también, a que la investigación sin docencia es vaciedad, pues para ser un sabio y no solamente un investigador es necesario no solo saber, sino también saber decir lo que se sabe, ya que si no se sabe decir lo que se sabe, es que no se sabe lo que se dice saber. La investigación sin transmisión de lo investigado y sabido, queda en el limbo de las ideas vacías y sin encarnadura real y duradera. En definitiva lo que puede ser investigado y sabido ha de poder ser bien y claramente transmitido.

En estos razonamientos se encierra, según mi punto de vista, la esencia de la actividad académica que podemos resumir en "aprender y enseñar" a lo que yo añadiría también "aplicar lo aprendido".

Nuestra institución debe, pues, adquirir un compromiso de funcionamiento y de colaboración de todos sus miembros que nos permita cumplir con esta misión de la forma más satisfactoria y eficaz posible. Es esta una petición que os reitero a todos vosotros queridos compañeros académicos. No debemos caer en el pozo sin fondo de creer que ya hemos investigado bastante, pues el buen investigador nunca se siente consumado; o en el de creer que ya lo sabemos todo, pues el buen maestro siempre será el mejor discípulo.

Bajo mi punto de vista, estamos necesitados de una más profunda y concreta relación con nuestro entorno inmediato. No es válido ya repetir, una y otra vez, la importancia de nuestras Academias en general, y de la nuestra en particular, para nuestro entorno por razones de su potencialidad o eficacia, pues este entorno presenta una realidad y unas necesidades asociadas al mismo que justifican más que de sobra la expansión de nuestra Academia. No se puede entender que se haya hecho un esfuerzo considerable ampliando en los últimos años la potencialidad de esta Institución, sin que exista una contrapartida que permita nuestro desarrollo más completo, lo que acarrearía permitirnos realizar una mejor oferta a la sociedad de un potencial científico que, sin duda, podrá originar una fuerte mejora en los índices de desarrollo locales y autonómicos. Esa contrapartida os la estoy pidiendo a vosotros queridas autoridades, y os la solicito convencido de que esta petición tendrá el eco necesario para potenciar las ayudas que nos estáis dando.

Y ya termino, no quiero hacerme pesado, hoy es un día de júbilo y no de más discursos, y lo hago pidiéndoos disculpas por la extensión de mi intervención pero es que, como decía Pascal, "la he hecho tan larga porque no he tenido tiempo de hacerla más corta".

Os agradezco a todos vuestra atenta presencia y felicito una vez más al padrino y al nuevo académico.

He dicho.